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Como una invocación a la lluvia | Afuera es invierno

  • rsalmerongtz0
  • 29 oct
  • 4 Min. de lectura

Invocaciones. Ventanas. Humedades.

Sobre Como una invocación a la lluvia de Rodolfo Salmerón


Rodolfo Salmerón presenta mediante formatos y técnicas pictóricas mixtas un ejercicio de abstracción, donde el paisaje y diversos fenómenos de nuestra cotidianidad como la lluvia, la neblina, el cielo nocturno y tempestuoso, ofrecen una visión del mundo tristísima, en cuanto que, el tiempo connotado, gracias al juego de colores cálidos y fríos, acentúa una sensibilidad particular mediante la desnudez de sus elementos. Como una invocación a la lluvia, en este sentido, pone énfasis en las formas más sutiles de la mirada: las líneas brillantes, los círculos difusos, los puntos constantes de la luz, toda información que impregne al espectador del hecho dado. Por ello, las series que conforman la presente exposición dialogan en esta forma de pensar, no en las representaciones del exterior, sino en la captación de éstas: ¿cómo mirar y percibir el afuera? Luego, ¿cómo invocarlo en el lienzo? ¿Cómo recuperarlo una vez interiorizado? Piénsese estos cuadros como ventanas que dan horizonte y profundidad al ojo. Dicha expresividad colinda con la fuerza misma de la naturaleza, de sus torbellinos, de su composición ecléctica y elemental. El signo más recurrente, puede percibirse desde el título, es el agua. La humedad manifiesta un punto de referencia para el espíritu: origen y vínculo. Como cantaron los poetas, las lágrimas y el mar nos salen al encuentro por todas partes. Así, la invocación, súplica de quien lo enuncie, y la lluvia, como ánimo vital, hacen que quien participe de ello quede inmerso en una atmósfera de suma vulnerabilidad. 


Para Salmerón, finalmente, lo líquido siempre nos persuade.


Luis Mendoza Vega

Octubre, 2023.





Afuera es invierno y, a veces, en el interior también


Dio a los troyanos la triste noticia Iris, la de los pies ligeros como el viento,

a quien Zeus, que lleva la égida, había enviado como mensajera.

La Iliada, Homero, Canto II


La diosa griega Iris, encargada de llevar los mensajes de los dioses, era hija de dos entidades relacionadas con el mar; del hermano de Nereo, Taumante, y la oceánide Electra (no la Electra de la tragedia clásica, sino otra, anterior y primitiva). Su relación con los fenómenos acuáticos queda patente no solo como resultado de su ascendencia familiar, sino también como consecuencia de su asociación al arcoíris y al surgimiento de este durante las lluvias. A diferencia de la imagen bíblica de compromiso y paz, que nos llega a través del Génesis, para los griegos, Iris era una mensajera, que, a la manera de Hermes, el hermético, llevaba por igual anuncios de alegría como noticias de tristeza. Estas últimas son, quizás, las que más cercanas se encuentran a la lluvia, porque las gotas derramadas siempre serán la metáfora predilecta para representar las lágrimas y la angustia interior.


Hoy sabemos que el fenómeno meteorológico nace a partir de la luz cuando atraviesa las partículas de agua dispersas en el aire. En el pasado, tal vez esto se intuía y se asociaba, como todos los fenómenos de la naturaleza, a los poderes celestiales. La diosa griega que más cercana se encuentra a los colores, es también una entidad que presenta un profundo vínculo con el agua.


En este sentido, Rodolfo Salmerón encuentra precisamente en los colores, en la diosa Iris, un espacio para representar la lluvia a partir de la abstracción. Se deja influir por los fenómenos climáticos y elabora atmósferas nubosas, espacios húmedos, señales de tormentas cargadas de nostalgia, y nos da como resultado Afuera es invierno, en donde el reconocimiento de formas elementales dentro de los eventos atmosféricos se convierte en un motivo para jugar con el color, el contraste y los efectos de luz.


El lecho marino, algunas explosiones fugaces, los atardeceres opacados por las nubes, las calles plúmbeas de una ciudad en hibernación, la lluvia que de tan espesa se vuelve blanca, el microcosmos de un aguacero que recuerda al macrocosmos estelar, la melancolía de una tarde oscura, el huracán que transforma la tierra y la pinta de negro son imágenes que remiten a la soledad primordial del ser humano. Como especie condenada a deambular en un planeta azul, encontramos en la naturaleza un motivo de abatimiento y también una proyección de nuestras propias inquietudes. El clima, por tanto, es una manifestación del mundo, sujeto de ser interpretado a partir de la experiencia individual. 


A su vez, el invierno, con sus rápidos ventarrones, sus brumas inescrutables y sus fríos turbulentos, es el paso que da lugar a la primavera efervescente, es el tiempo de la reflexión y el retiro casi espiritual. Quizás por ello la serie de pinturas que componen Afuera es invierno encuentran en el clima un elemento introspectivo que, como Iris, la diosa, transmite la idea de un huracán que arrasa y, al mismo tiempo, limpia el ambiente y lo purifica.


En la pintura de Salmerón se encuentran estos elementos combinados, dialogando entre sí en concertada armonía. Con sus anteriores obras exploraba una paleta de colores cálidos y oscuros sobre soportes como la tela; ahora, utilizando casi por completo las gamas vibrantes que permite el óleo, indaga en las posibilidades de los colores fríos, contrastándolos con tonos cálidos u oscureciéndolos hasta la negrura. Afuera es invierno, a partir del examen de estados emocionales pesarosos y taciturnos, a partir de los colores del agua, recuerda que también en el interior, como en el mundo externo, cambian las estaciones e hibernan los pesares.


Héctor Justino Hernández

Diciembre, 2021.

 
 
 

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